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lunes, 16 de diciembre de 2019

ABADIA DE TINTERN

ABADIA DE TINTERN

Abadía de Tintern
La Abadía de Tintern, esta situada muy cerca de la frontera entre Gales e Inglaterra, a unos 45 minutos por carretera de Cardiff y a unos 35 de Bristol. Se trata de una de las paradas obligatorias en tu viaje por la zona occidental de Gran Bretaña, ya que tanto por la Historia como por la vistosidad del lugar hace de estas ruinas un lugar difícil de olvidar.
Para situarnos históricamente, hay que decir que la Abadía fue fundada el 9 de Mayo de 1.131 por Walter Richard de Claire, un señor anglonormando del condado. Fue el segundo asentamiento de la orden cistenciense en Gran Bretaña y fue la puerta de entrada de la orden en el Pais de Gales. Los 13 primeros monjes provenientes de Francia, buscaron un lugar aislado, rodeado de arboles y sobre todo, lejos de la presencia del hombre. A lo largo de los años, la comunidad prosperó, gracias sobre todo a la labor de los hermanos legos, que eran aquellos que se encargaban de las labores agrícolas.

   




Las primeras construcciones de madera, fueron sustituidas a lo largo de los siglos por construcciones de piedras gracias a la cada vez mayor riqueza de la Abadía, culminando con la esplendida iglesia gótica iniciada en 1.269 y concluida 30 años más tarde.

La prosperidad de la orden iba mejorando año tras año, pero un evento inesperado hizo que todo cambiase, no fue más que la gran epidemia de peste negra, que diezmó a la población y especial produjo una reducción muy importante de los hermanos legos. Esta menor presencia de los hermanos encargados de la labranza hizo que el monasterio tuviese que arrendar tierras a cambio de rentas fijas, disminuyendo el poder de la orden.

Ya a finales del siglo XIV la abadía solo contaba con 15 monjes, frente a los casi 100 que lo habitaban a principios del siglo XIII.


Otro hecho histórico ajeno a la Abadía marca su destino, la ruptura de relaciones entre Enrique VIII y la Iglesia Católica, decidiendo el Rey disolver todos los monasterios de Inglaterra y Gales, rindiéndose los monjes a los hombres del Rey en 1.536 y abandonando el edificio.

A partir de entonces el edificio se abandona, se desmontan los tejados, y se saquean los materiales más valiosos, comenzando un lento y paulatino derrumbe. 

Fue el romanticismo del siglo XIX y el turismo los que salvaron estas ruinas, redescubriéndolas para el mundo y obligando a la Corona Inglesa a la compra de las mismas a comienzos del siglo XX, para su conservación y disfrute de generaciones venideras.

GUÍA PARA LA VISITA A LA ABADÍA DE TINTERN

El coste de la Entrada de la Abadía cuesta 7,30 libras y puedes adquirir un folleto en castellano por 1,50 libras adicionales. En la entrada, podrás encontrar una tienda con recuerdos y souvenirs de la Abadía.


Nada más entrar, y aunque te quedes prendado por la imagen de los restos de la Abadía, si quieres seguir una ruta más o menos regular, has de girar a la derecha y dirigirte al lado oeste de la iglesia, donde se encuentra una de las entradas principales de la Iglesia. Allí situada encima de la puerta central, se encuentra una enrome ventana con siete paneles. Esta disposición es típica de la evolución del gótico inglés.

Por la puertas laterales podrás acceder al interior de la Iglesia, que es aún mucho más espectacular.

El extremo occidental de la nave ( a la izquierda) se diseñó para alojar el coro de los hermanos. Atendían menos servicios que los monjes y sus asientos, que eran de madera, estaban apoyados en la pared. Estas paredes, hoy desaparecidas, separaban las naves laterales de la nave central.



Nave lateral
Nave Central

Siguiendo por la Nave central había una gran reja decorativa, llamada Pulpitum, que medía mas de 5 metros de altura y que separaba la nave central del resto de la Iglesia. 

Tras al Pulpitum estaba el coro de los monjes, donde ocho  veces al día los monjes se reunían en los puestos de madera del coro para celebrar sus servicios u oficios divinos. Este estricto patrón de plegaria y oración era la base de la orden, y se repetía a día tras día. El coro se extendía por la encrucijada central, es decir donde confluyen la nave central con los brazos de la cruz de la iglesia. Estos brazos de la cruz, son los llamados transeptos y tenían una capilla cada uno de ellos.

En el transepto norte se puede aun ver una escalera que sube lateralmente. Esta escalera conectaba la iglesia con la puerta de los dormitorios de los monjes.

Transepto Sur
Transepto Norte


La parte este de la nave, alojaba el prebisterio, donde se encontraba el Altar Mayor, con una enorme ventana decorada en la antigüedad con ventanas de colores. Saliendo por el transepto norte, salimos a una gran explanada de hierba, justo aquí se encontraba el claustro. Hoy en día el recinto ha desaparecido, pero los caminos de graba recuerdan las dimensiones del edificio existente en la antigüedad. En las galerías del claustro tenían lugar gran parte de las labores de los monjes, lugar de lectura, donde hacían la colada etc...


Prebisterio

Zona del Claustro


Una vez dejamos la iglesia propiamente dicha, nos encontramos con los edificios anexos, en muchos casos solo encontramos los cimientos, aunque en otros casos si se aprecian aun las estructuras. A la izquierda del claustro se encuentra uno de los edificios mas importantes, la sala capitular, donde se reunían los monjes para escuchar la lectura de las reglas de San Benito. Cerca de allí se encontraba la Sala Diurna, sala donde se trabajaban en las distintas labores de los monjes. Otro de los puntos interesantes es la llamada Sala Caliente, el único lugar de la Abadía aparte de la enfermería donde podía encenderse fuego durante el Invierno.

Sala Caliente, acceso al Claustro

Sala Diurna y Refrectorio.
Más hacia el Este, se encuentran la enfermería, la cocina de la enfermería y las dependencias del Abad, pero como comentaba antes, de estas edificaciones solo quedan los cimientos, ya que gran parte del material de la Abadía se reutilizaron como material para edificaciones de los pueblos cercanos.




Dejamos ya la Abadía impresionados con la suntuosidad y magnificencia del Templo, y lamentando el enorme Patrimonio Histórico que las veleidades de Reyes y Príncipes provocaron en la Historia. Sin duda, Inglaterra poseería un patrimonio gótico incalculable si no se hubieran destruido durante el Reinado de Enrique VIII todas las Abadías y Conventos católicos, de los que ahora solo podemos admirar y contemplar sus ruinas como muestra del esplendor cultural del medievo inglés. Sin duda, el poder económico que concentraban algunas ordenes religiosas, provocaron su propia destrucción, pues en épocas de crisis económicos de los Reinos, eran presa fáciles para la avaricia de los Reyes cristianos.









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