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MAFRA Y SINTRA

MAFRA Y SINTRA


MAFRA

Amanece un día con un tiempo horroroso en Lisboa, y aunque no teníamos previsto quedarnos en la capital, sino visitar el Palacio Nacional de Mafra y Sintra, todo nos hacía prever que no íbamos a tener buen tiempo durante el día. Y efectivamente, las peores previsiones se fueron cumpliendo, y conforme nos aproximábamos a Mafra, un manto de niebla espesa comenzaba a rodearnos.


El palacio nacional de Mafra, está situado a una media hora al norte de Lisboa, y es sumamente fácil de encontrar por su tamaño y porque ocupa la zona central del pueblo. Hay un amplio aparcamiento a ambos laterales del palacio. Su horario es de 9.30 a 17.30 y el coste del billete varía entre 6 y 8 euros, en función de si deseas ver una exposición de arte sacro o no.
El Palacio nacional de Mafra, tiene en realidad tres zonas, el Convento, El palacio Real y la Basílica, y todas ellas pueden ser visitadas. 

Para  situarnos un poco, hay que conocer la importancia histórica del Palacio de Mafra. Fue iniciado por el rey Joao V, quien inició las obras del convento, basílica y palacio. El Rey disfrutó escasamente del palacio pues enfermó gravemente en 1742 y terminó muriendo en 1750.


Su hijo D. José I mantuvo el hábito de venir a Mafra, casi siempre para cazar. Pero, como desde el terremoto de 1755 no le gustaba dormir en edificios de piedra, toda la Familia Real se instalaba en una Tienda construida junto al Palacio.

Durante las guerras napoleónicas y con motivo del traslado de la familia real portuguesa a Brasil, el palacio fue vaciado de muebles y obras de arte, que fueron llevadas a brasil para el disfrute de la familia Real. Cuando se produce la restauración, estas obras y mobiliarios no llegaron a volver.

El Palacio fue mantenido por los reyes portugueses que usaron el palacio de manera desigual, y como curiosidad fue el sitio donde pasó el rey Manuel II en el reino antes de que se proclamase la república portuguesa y  tuviese que partir para el exilio.



La visita comienza en la zona conventual, a la que se llega después de visitar una exposición de arte sacro.

El convento tenía más de 40.000 m2 y fue deseo de Joao V que quedase asegurada su manutención, por lo que pagaba los gastos de su bolsillo.


Del convento lo que más me llamó la atención fue la enfermería que había en su interior para los monjes. Había habitaciones particulares para aquellos que requerían un atención especial, y también una zona común  para les resto, y es que en el convento llegaron a vivir hasta 300 monjes simultáneamente.



Estas pequeñas celdas de la gran sala del hospital, tenían lo básico, un pequeño camastro y un diminuto mueble para sostener una vela, aunque lo que verdaderamente llama la atención es la decoración con azulejos de motivos religiosos.







Tras el convento se inicia la visita al Palacio.  El Palacio Real ocupa todo el piso noble del edificio y los dos torreones, siendo el del Norte destinado al Palacio del Rey y el del Sur a la Reina. Ambas áreas estan conectadas por una larga galería de 232 m , que se usaba para el "paseo" de la corte. En esta gran galería la corte esperaba a los reyes, se exhibían las joyas y los vestidos o se tejían intrigas políticas y amorosas ....

La Gran Galería
Como decía antes el Palacio estaba dividido en dos áreas, el Palacio del Rey y el Palacio de la Reina, y cada uno de ellos tenía sus propias cocinas, despensas y cámaras para el servicio. Para los príncipes estaba destinado un palacete en el extremo Nordeste del edificio y para las princesas otro a Sudeste. Ambos funcionaban también por separado.

Como decía la decoración no es originaria de la época de Joao V ya que el mobiliario original se llevó a Brasil durante el exilio de la familia portuguesa, y allí se quedó todo.











Estas dos áreas de Palacio, una para el Rey y otra para la Reina se mantuvo hasta comienzos del siglo XIX , momento en el que la Familia Real pasó a habitar solo el torreón y el ala sur, quedando el Norte reservado para huéspedes importantes.


En este torreón Sur, pasó la última noche en su país el ultimo rey de Portugal, D. Manuel II. La sala en la que durmió ese ultimo día (4 al 5 de Octubre de 1910) está claramente identificada y ha quedado intacta desde su marcha.

La Gran Biblioteca


Durante la visita al palacio hay que hacer una visita a la famosa Biblioteca del Palacio, la más importante de Portugal con más de 36.000 volúmenes. Con independencia de la trascendencia histórica, el número de incunables y la existencia de libros prohibidos para la época, el lugar es simplemente impresionante, una gran galería con librerías en madera  minuciosamente tallada a dos alturas. La visita solo es visual y desde una de las esquinas de la galería, ya que no está permitido recorrer la biblioteca, pues una vedel con muy palas pulgas y bastante antipática te lo impide.








Basílica
Dejamos la zona palaciega y la conventual y nos vamos hacia fuera del edificio para visitar la Basílica. La niebla es cada vez más y más espesa y no se ve a mas de cincuenta metros. La entrada a la Basílica es gratuita y como el día que lo visitamos es el día 8 de Diciembre, día de la Inmaculada Concepción, hay una misa cantada, con música de órgano. El entorno es tan grandioso, que nos llevamos un rato escuchando la misa.

La Basílica ocupa la parte central del edificio, flanqueada por las torres campanarias. 

Fue hecha según el diseño de João Frederico Ludovici orrives de origen alemán que, tras su larga permanencia en Italia, la concibió al estilo barroco italiano.Tiene la forma de cruz latina con la longitud total 58,5 my 43 m de ancho máximo en el crucero, siendo toda en piedra. Su cúpula con 65 m de altura y 13 m de diámetro fue la primera cúpula construida en Portugal

Dejamos finalmente Mafra y nos vamos a la siguiente parada, SINTRA, aunque dado el tiempo que nos está haciendo, vamos bajando las expectativas de la visita. 

SINTRA

No tardamos mucho tiempo en llegar a Sintra, no más de media hora, pero aparcar es otra cosa. Dado que es fin el puente de la Inmaculada en España, está repleto de turistas, y aparcar se convierte en una odisea. Tardamos más tiempo en aparcar que en el camino desde Mafra. 

Entrada Principal
Finalmente aparcamos en lo alto de una montaña, con la suerte que encontramos una oficina de información y turismo donde podemos comprar las entradas. en Sintra hay varios palacios, y si quieres verlos todos necesitas uno o dos días. Nosotros llegamos ya a mediodía, pero antes teníamos que almorzar por lo que la chica de la oficina de turismo nos recomienda que vayamos solo al Palacio Nacional da Pena, tal vez el más conocido y más singular de todos.

Por aclarar un poco, dentro de la zona monumental de Sintra se puede encontrar, el Palacio Nacional de Sintra, el Palacio Nacional da Pena, el Palacio Nacional de Queluz, el castillo de los Moros, el Palacio y granja de Monserrate, el Convento de los Capuchinos y el Chalet de la Condesa de Edla. Como podéis imaginar es materialmente imposible verlo todo en un día.

Los precios para cada uno de estos palacios los podéis encontrar en la siguiente www.parquesdesintra.pt, y ante todo tenéis que tener en cuenta que habéis de sacar las entradas con antelación, dada la afluencia de visitantes y que se fijan unas horas determinadas para la visita. Los palacios están en lo alto de cerros, por lo que se puede subir andando o en autobús.



Después de comer en el Restaurante Bacalhau da Vila, donde almorzamos bastante bien, cogemos el autobus y después de unos veinte minutos llegamos a la entrada del Palacio Nacional da Pena. Nos habían comentado que era mejor parar en la parada anterior y llegar al Palacio a través del bosque anejo, pero dada la espesa niebla, frío y en ocasiones lluvia, nos pareció que era mejor seguir en el autobús porque era imposible ver nada.




El palacio da Pena está situado en lo alto de la sierra de Sintra, envuelto por un magnífico y frondoso paisaje de árboles, en gran parte resultado de las campañas de plantaciones forestales del rey Fernando II.


Para situarnos históricamente hay que decir que los inicios de construcción de palacio se dieron en 1838, cuando el Rey Fernando II compró el antiguo convento de los monjes jerónimos de Nuestra Señora de la Pena, erigido en 1511 por Manuel I y deshabitado desde 1834, tras la expulsión de las órdenes religiosas. El convento estaba formado por el claustro y sus dependencias, la capilla, la sacristía y la torre campanario, que constituyen hoy día el núcleo norte del Palacio de la Pena, también llamado Palacio Viejo. 

Don Fernando comenzó por acometer algunas reparaciones en el edificio religioso. Remodeló todo la planta superior y transformó las catorce celdas en salas de mayores dimensiones, cubriéndolas con las bóvedas actualmente visibles. Alrededor de 1843 el rey decide ampliar el Palacio añadiéndole una nueva ala (Palacio Nuevo), con salas de mayor envergadura, de las cuales el Salón Noble es un buen ejemplo. El torreón circular junto a las nuevas cocinas constituye el remate de esta campaña de obras, dirigidas por el Barón de Eschwege. Las obras del Palacio de la Pena terminaron a mediados de la década de 1860, y es un claro ejemplo del romanticismo arquitectónico de la época, con claros ejemplos en los castillos del Rhin, y del sur de Baviera.

El recorrido por el Palacio da Pena dura algo menos de una hora, y aunque realmente su interior es maravilloso, no se puede disfrutar a gusto por la gran cantidad de gente que la visita en el mismo horario. 

Como salas destacadas podríamos destacar 

Claustro

Entrada principal de la Familia Real:  La actual entrada al interior del palacio usada por los visitantes era la antigua entrada que la familia real portuguesa utilizaba para acceder a la zona más privada del mismo. Este espacio, adaptado a partir de la estructura original del convento jeronimiano del siglo XVI, desemboca directamente en el claustro.

Claustro: El antiguo convento se organizaba alrededor de un pequeño claustro revestido de azulejos hispano-moriscos. Al adaptar el edificio a Palacio, el claustro se cerró con ventanas y pasó a funcionar como espacio de circulación y distribución 






Comedor


Comedor: Antiguo refectorio de los monjes jerónimos, adaptado a comedor privado de la familia real por Fernando II. Presenta bóvedas de crucería del siglo XVI y azulejos decimonónicos de la Fábrica Roseira. El mobiliario de roble fue encargado por el rey Fernando en 1866 a la Casa Gaspar de Lisboa.








Aposentos del Rey Carlos y la Reina Amelia: El rey Carlos destinó para sus aposentos la antigua Sala del Capítulo del edificio religioso, así como algunos espacios contiguos que, en la época de su abuelo (Fernando II) habían servido de alojamiento para la servidumbre. D. Carlos se quedaba así con los aposentos más modestos, dejando los más nobles, situados en el piso superior, para su esposa, la reina Amélia. 

Sala de Visitas: En la época de la monarquía, las visitas más íntimas de la familia real entraban al Palacio Nuevo por la Escalera de las Calabazas y, en sentido inverso al actual, llegaban a esta sala. La decoración de 1854 es del escenógrafo italiano Paulo Pizzi. Representa una arquitectura islámica bajo una bóveda con motivos vegetales. La perspectiva crea la ilusión de un espacio más amplio que el de los límites de la sala.

Sala de visitas

Sala de Humo


Sala de Humo: Es la primera gran sala del Palacio Nuevo. El techo tiene inspiración islámica y revela el gusto por el arte mudéjar. 

La araña neo-rococó de mediados del siglo XIX representa, en cristal, una enredadera “gloria de la mañana” con racimos de uvas. Los muebles indios se adquirieron en 1940.











Capilla: La capilla del antiguo convento de Nossa Senhora da Pena presenta todavía la estructura original. La pequeña nave tiene una bóveda ojival y azulejos del siglo XVI. Destaca el retablo del escultor francés Nicolás de Chanterenne  y la vidriera de la ventana neo-gótica  encargada por el rey Fernando a una famosa familia de vidrieros de Nuremberg, los Kellner.



Cuando abandonamos el Palacio da Pena es noche cerrada y la niebla lo cubre todo, por lo que no podemos disfrutar ni de las vistas ni de los jardines, cosa que habrá que dejar para otra ocasión.





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