Trekking por Sapa
Tras coger el sleeper bus en Tam Coc alrededor de las 22:30, llegamos a Sapa a las 5:30 de la mañana. Sorprendentemente, el viaje fue bastante cómodo y pudimos dormir razonablemente bien. Un consejo importante: no escatimes dos o tres euros al elegir la categoría del autobús. Intenta coger siempre uno con un máximo de unos 20 pasajeros; tendrás mucho más espacio y comodidad, ya que estos autobuses pueden ir desde los 20 hasta los 35 viajeros.
Al llegar a la estación de autobuses de Sapa, el día no auguraba nada bueno: una niebla muy densa lo envolvía todo, como el Londres de las películas. Cogimos el equipaje y salimos al exterior, donde nos encontramos con una multitud de taxistas y personas ofreciéndote de todo: traslados al hotel, trekkings y cualquier plan imaginable. Sapa es una localidad muy montañosa, con calles empinadas, así que si tu hotel está algo alejado, lo mejor es coger un taxi. Eso sí, si quieres pagar menos, espera a que se vaya la mayoría de la gente; los taxistas que se quedan sin pasajeros suelen bajar bastante el precio.
En apenas cinco minutos de taxi llegamos al Azalea Sapa Hotel, muy recomendable: habitaciones modernas, cómodas y muy bien ubicado. Como eran solo las seis de la mañana y el trekking no empezaba hasta las nueve, nos ofrecieron entrar antes a la habitación pagando un pequeño suplemento. No lo dudamos: después de toda la noche en el sleeper bus, una ducha caliente y algo de descanso se agradecen muchísimo.
En Sapa hay muchos trekkings posibles, aunque el más clásico es el que sale desde el propio pueblo y se adentra en el valle de Muong Hoa, visitando aldeas étnicas como Lao Chai y Ta Van.
El trekking comenzó a las nueve de la mañana y terminó cerca de las seis de la tarde. Suele incluir la comida. El recorrido no es especialmente difícil: no hay grandes pendientes y se hace con relativa comodidad, salvo en los tramos embarrados, donde más de uno acabó en el suelo. Imprescindible llevar botas de montaña; nada de zapatillas deportivas, porque resbalan muchísimo.
Durante el primer tramo encontramos a muchos otros turistas. Caminamos por senderos estrechos y, debido a la niebla, apenas se distinguían los campos de arroz, aunque entre claros pudimos ver algunos. Además de nuestro guía, nos acompañaban dos chicas de la etnia Hmong. Ellas te ayudan en algunos tramos, pero al final te ves casi obligado a comprarles artesanía a precios bastante elevados para lo que es Vietnam… es parte de la experiencia, para bien o para mal.
A lo largo del recorrido hay zonas más bajas donde la niebla se disipa un poco y permite contemplar las famosas terrazas de arroz. Fuimos en febrero, que no es época de cosecha, así que aunque las terrazas empezaban a teñirse de verde, no estaban en su máximo esplendor. Aun así, lo más interesante del trekking no son solo los paisajes, sino las etnias y su forma de vida. En Sapa conviven principalmente unos ocho grupos étnicos, destacando los Hmong y los Dao, además de los Tay, Giay, Muong, Thai, Hoa y Xa Pho, cada uno con su propio idioma y vestimenta tradicional. Durante el camino atraviesas numerosos poblados, ves sus casas, cultivos, animales de granja y muchísimos búfalos de agua.
A mitad de camino paramos a comer en un restaurante cerca de Ta Van, donde paran prácticamente todos los trekkings. Al final, Sapa se ha convertido en una auténtica industria turística. Aun así, la comida fue buena y abundante, así que ninguna queja. En la misma aldea también te llevan a una casa tradicional, donde puedes ver cómo cocinan, cómo sacan agua de los pozos o cómo tejen e hilan: una pequeña ventana a la vida cotidiana de las etnias locales.
La segunda parte del recorrido es mucho más auténtica. Apenas encuentras turistas y atraviesas pequeños poblados y granjas donde observas a las familias en su día a día. Es entonces cuando te das cuenta de lo lejos que queda el mundo urbano para estas personas: su vida gira en torno a los animales, los cultivos y largos desplazamientos a pie.
Caminamos un par de horas más hasta terminar el trekking en casa de Mama Shu Shu, donde nos ofrecieron un té caliente y charlamos durante un buen rato con su hija, que nos contó historias sobre la zona, su familia y sus costumbres. Desde allí suelen llevarte de vuelta a Sapa en coche. Después de más de nueve horas caminando entre frío, humedad y barro, lo único que deseábamos era llegar al hotel y darnos una buena ducha caliente.
En definitiva, hacer trekking en Sapa es una experiencia imprescindible si visitas el norte de Vietnam. Eso sí, asegúrate de que el tiempo acompaña: con buen clima, la experiencia se multiplica.








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