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martes, 9 de diciembre de 2025

TAM COC: TEMPLO DE THAI VI, PAGODA DE BICH DONG, PAGODA DE LIHN COC, CUEVA DE VAI GIOI Y RESERVA NATURAL DE THUNG NHAM

TAM COC: TEMPLO DE THAI VI, PAGODA DE BICH DONG, PAGODA DE LIHN COC, CUEVA DE VAI GIOI Y RESERVA NATURAL DE THUNG NHAM


En nuestro segundo día en Tam Coc teníamos pensado visitar algunos templos y terminar la jornada subiendo a Mua Cave, pero el tiempo no acompañó y nos tocó cambiar los planes.

Tam Coc

La mañana empezó tranquila en el hotel: desayunamos con calma y aprovechamos para reservar unos masajes allí mismo. 

Si viajas a Vietnam, esto es casi obligatorio: los masajes son buenísimos y muchísimo más baratos que en Europa. Para que te hagas una idea, una hora de masaje corporal completo en el hotel nos costó unos 7 euros por persona.



TEMPLO DE THAI VI

Después del desayuno nos subimos a la moto y pusimos rumbo al primer templo del día: Thai Vi, situado a solo cinco minutos del centro de Tam Coc. El trayecto ya merece la pena por sí solo: se atraviesa el pueblo y enseguida comienzan los paisajes de arrozales y una vegetación tan densa que parece envolver la carretera. Ir en moto por allí es un auténtico placer para los sentidos.

Al llegar al templo nos sorprendió la tranquilidad del lugar: apenas había visitantes, así que pudimos aparcar sin problema y recorrerlo con calma.

Thai Vi fue construido en el siglo XIII sobre el antiguo palacio que la Dinastía Trần utilizó como base estratégica durante la resistencia contra la invasión mongola. El templo honra a varios reyes, reinas y generales de esta dinastía, muy venerada en Vietnam por haber logrado mantener la independencia del país.

A diferencia de otros templos más grandes y ornamentados, Thai Vi tiene un estilo sobrio y sereno. Casi toda la estructura está hecha en piedra, y llaman especialmente la atención sus columnas monolíticas talladas en “piedra verde”.

Tras cruzar el patio principal empezamos a oír música proveniente del interior, así que nos acercamos. En el templo central encontramos a un anciano tocando un instrumento de percusión de bambú, probablemente un ống tre gõ, un tipo de xilófono tubular tradicional vietnamita. Nos quedamos un buen rato escuchándolo: según pudimos ver por las fotos expuestas, era un músico conocido en la zona por interpretar melodías tradicionales.

PAGODA DE BICH DONG

Después de visitar el templo de Thai Vi, regresamos por el mismo camino y, tras cruzar nuevamente el centro de Tam Coc, nos dirigimos a uno de los lugares más visitados de la zona: la Pagoda de Bích Động.

Aquí el ambiente cambia por completo. Se nota mucho más turismo: grupos, cámaras por todas partes y gente esperando pacientemente para hacerse la foto perfecta. Algo que nos llamó especialmente la atención fue la cantidad de sesiones fotográficas que se realizan en este lugar. De hecho, cuando nos disponíamos a abandonar la Pagoda vimos a una chica vestida con un precioso áo dài tradicional, subida sobre una pequeña barca, rodeada de varios fotógrafos profesionales. Un auténtico espectáculo visual.

Bích Động, cuyo nombre significa “Cueva de Jade”, es en realidad un conjunto de tres pequeñas pagodas construidas a diferentes alturas en una montaña de piedra caliza. Todas ellas están conectadas por senderos y cuevas naturales, lo que convierte la visita en una experiencia muy especial.

Lo primero que te encuentras es un puente de piedra tradicional rodeado de estanques de lotos. Desde aquí se obtiene una de las vistas más icónicas del lugar: la entrada de la pagoda con las montañas kársticas al fondo. Como comentaba antes, hacer una foto sin gente es complicado, pero aun así el sitio tiene un aura única.

Ha Pagoda

La primera pagoda del conjunto es Ha Pagoda, construida en 1705 por dos monjes, Trí Kiên y Trí Thể. Representa el inicio del camino espiritual, el paso simbólico del mundo exterior hacia el interior sagrado de la montaña. 

Es una estructura baja y alargada, con un tejado de tejas curvas y una arquitectura de madera sostenida por pilares macizos.

Dentro encontrarás un altar dedicado a Tam Bảo, las Tres Joyas del budismo: Buda, Dharma y Sangha, un recordatorio de los fundamentos de la práctica budista. 

Desde Ha Pagoda se asciende por un sendero de piedra que poco a poco se adentra en la montaña. Tras unos minutos de subida llegamos a Trung Pagoda, situada parcialmente dentro de una cueva natural. tTendrás que adentrarte en la cuenva, el ambiente es oscuro, fresco y silencioso. En su interior verás varios altares con incienso, estatuas de Buda y pequeñas ofrendas que los visitantes dejan a su paso.

Trung Pagoda

La cueva como todo en la vida, tiene su principio y su final, Al final, comienza una nueva ascensión, esta vez más exigente, pero si te lo toasm con tranquilidad, llegarás a la Thuong Pagoda, la pagoda superior, dedicada a la diosa Quan Âm, símbolo de la compasión.

Este último templo no es muy grande, pero su ubicación es espectacular: está literalmente encaramado en la ladera, y desde aquí se obtienen unas de las mejores vistas panorámicas de Tam Coc. Los arrozales, las montañas kársticas y los caminos serpenteantes se extienden hasta donde alcanza la vista.

Thuong Pagoda

Como mencioné antes, al salir nos encontramos con una sesión fotográfica especial que nos dejó a todos los turistas completamente absortos mientras visitábamos la pagoda.




Muy cerca de Bich Dong, se encuentra otra pequeña pagoda mucho menos visitada que la anterior, es la Pagoda de Lihn Coc. 

PAGODA DE LIHN COC

La Pagoda de Linh Coc es un pequeño templo construido alrededor del año 1258, lo que la convierte en una de las pagodas más antiguas de la zona y en un lugar de gran valor histórico y espiritual para los habitantes locales.

El acceso comienza en un patio principal al pie de la montaña, donde se distribuyen varios pabellones de culto. Sin embargo, la parte más antigua del conjunto se encuentra un poco más arriba: una vereda conduce a un tramo de 83 escalones que ascienden hasta la antigua pagoda. La zona superior es sencilla y austera, pero lo verdaderamente destacable son las vistas panorámicas que se disfrutan desde allí.





Si eres curioso, verás que detrás del templo se abre una cueva que asciende hasta la cima de la montaña, aunque su recorrido es húmedo y de difícil acceso, por lo que no suele recomendarse emprender la subida.

Habíamos pensado subir a Mua Caves por la tarde, pero como el tiempo estaba nublado, pensamos en cambiar de planes sobre la marcha.


Mientras decidíamos si cambiar o no de planes y, justo antes de comer, nos dedicamos a perdernos por las pequeñas carreteras que rodean Tam Coc. Fue todo un acierto: lo más hermoso de Tam Coc está precisamente en sus alrededores, donde aún se conservan las costumbres de antaño, los paisajes permanecen libres de artificios turísticos y la soledad te permite conectar de verdad con el entorno.




Tras más de una hora recorriendo sin rumbo estos parajes, tocaba decidir: dejar la subida a Mua Caves para el día siguiente, confiando en que el tiempo mejorara, o arriesgarnos a subir pese a las nubes. La alternativa era visitar un lugar que nos generaba dudas: la Reserva Natural de Aves de Thung Nham.



RESERVA NATURAL DE AVES DE THUNG NHAM

Como decía antes, habíamos leído opiniones muy dispares sobre la Reserva Natural de Aves de Thung Nham, a las afueras de Tam Coc: algunos la recomendaban sin dudar y otros la consideraban prescindible. Como no teníamos un plan alternativo para ese día, decidimos arriesgarnos… y fue un acierto absoluto.

Reserva Natural de Aves de Thung Nham


Para llegar, es necesario hacerlo en coche (Grab) o en moto, porque desde la taquilla donde se pagan los tickets hasta la entrada real del parque hay un tramo de unos 2 km, en ascenso pronunciado.

Cueva Vai Gioi
La entrada cuesta 150.000 VND, e incluye el acceso al parque, a la Cueva Vai Gioi y un paseo en barca por las cuevas interiores. Tras pagar, retomamos la moto y subimos hasta la primera parada: Vai Gioi. Para acceder a la cueva hay que subir una escalera con más de 439 escalones que trepan por la ladera de la montaña. El ascenso es exigente y nada recomendable para personas con poca forma física. Al llegar arriba, nos faltaba el aliento y tuvimos que parar unos minutos para recuperarnos.

La cueva nos sorprendió. No es que sea más espectacular que otras que hayamos visto en el mundo, pero tiene algo muy especial: está completamente vacía. No hay guardas, ni guías, ni otros visitantes. Solo tú, el eco y la naturaleza. El interior está señalizado y ligeramente iluminado, lo suficiente para recorrerlo con seguridad pero sin restarle misterio. Eso sí, la falta de vigilancia deja este tesoro natural expuesto a posibles actos vandálicos, como el robo de fragmentos de estalactitas.

Vai Gioi es inmensa, con unos 5.000 m², y está considerada la cueva natural más antigua de Thung Nham. Su nombre significa “Cueva de reverencia al cielo”: Vai implica inclinarse en respeto y Gioi alude al cielo. Antiguamente, era un lugar de culto donde se pedía buen clima y prosperidad.



La cueva se divide en tres niveles simbólicos: Tierra, Infierno y Paraíso. Cada uno tiene una atmósfera distinta, con estalactitas y estalagmitas que adoptan formas caprichosas: huesos de peces, colmillos o figuras abstractas. Desde el nivel superior se llega a un mirador natural con vistas impresionantes sobre el valle de Thung Nham, un paisaje kárstico que merece el esfuerzo de la subida.



Tras salir de la cueva y descender de nuevo los eternos escalones, nos montamos en la moto y continuamos ascendiendo hasta la entrada principal del recinto. Allí es necesario dejar la moto en el aparcamiento de pago (30.000 VND) y seguir caminando hasta el acceso al parque.

Nada más llegar, el lugar nos sorprende: el recinto es muy amplio, está excelentemente acondicionado, limpio y bien señalizado. Al principio apenas había visitantes e incluso dudamos de la viabilidad del proyecto con tan poca afluencia. Sin embargo, al marcharnos, la escena cambió por completo: nos cruzamos con numerosos grupos de estudiantes en excursiones organizadas.

A pocos metros de la entrada se encuentra la primera actividad incluida en la entrada: un paseo en barca por una cueva interior. La embarcación la guía una empleada de edad avanzada que apenas hablaba inglés, pero cuya habilidad al remar es admirable. Al entrar en la cueva, completamente a oscuras, te entregan linternas para iluminar formaciones de estalactitas y estalagmitas, así como pequeños grupos de murciélagos en reposo. El recorrido dura casi una hora, navegando en silencio por un entorno natural muy evocador.

Cueva interior con murciélagos

Después del paseo llegas a una zona más “temática”, con abundante decoración fotogénica, flores, palmeras y cabañas tradicionales. Aunque está claramente pensada para el turismo, el entorno es agradable y muy bien cuidado, y permite un paseo ligero entre distintos ambientes.

La parte más interesante del recorrido llega justo después: las barcazas que conducen a la reserva de aves. Son embarcaciones grandes, para unas 10–12 personas, guiadas por un único remero. El trayecto dura unos 40 minutos y te lleva hasta una gran marisma donde viven cientos de aves. Confieso que pensábamos que lo de “reserva de aves” podía ser solo un reclamo turístico, pero no: realmente ves centenares de aves posadas en la vegetación a lo largo de todo el pantano. Durante el recorrido se pide mantener un silencio absoluto para no molestarlas, algo que la mayoría de los visitantes respeta… salvo algún grupo chino que iba dando "el cante".

Solo por esta experiencia ya merece la pena visitar Thung Nham. Y si a eso le sumas el cuidado del entorno, la recreación de distintos hábitats y el paseo en barca por la cueva, creo que es una excursión que vale mucho la pena si tienes tiempo en la zona.

Tras abandonar la zona de avistamiento de aves, el recorrido continúa —el parque está planteado como un circuito circular— y te lleva por distintos espacios decorados con flores, pequeños puentes y miradores situados sobre suaves colinas. Es un paseo muy agradable que pone el broche perfecto a una visita tan inesperada como gratificante.

El resto de la tarde lo dedicamos a regresar al hotel, relajarnos, darnos un baño en la piscina y esperar el masaje que habíamos reservado. Y qué decir… fue sencillamente inenarrable.





























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