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domingo, 27 de mayo de 2018

ISLANDIA: LOS FIORDOS DEL ESTE, LITLANESSFOSS, HENGIFOSS Y SEYDISFJORDUR


ISLANDIA

RESERVA NATURAL DE HVALNES, LOS FIORDOS DEL ESTE, DJÚPIVOGUR, SVEINSSTEKKSFOSS, FOLALDAFOSS,  FÁSKRUDSFJÖRDUR, JÓNSFOSS, LAGO LAGARFLJOT, LITLANESSFOSS, HENGIFOSS Y SEYDISFJORDUR

Cuarto día: Desde Hof a Seydisfjordur

Hoy nos espera un día bastante intenso, el día en que mas kilómetros tenemos por delante. Nuestro plan en un principio era recorrer los Fiordos del Este, pasando por la Reserva natural de Hvalnes y parando en las poblaciones de Djupivogur y Fáskrúðsfjörður. Tras esto y dependiendo del tiempo en cruzar al norte, nos dirigiríamos a Egilsstadir, subir hasta las cataratas de Littlanessfoss y Hengifoss y terminar el día en el hermoso pueblo de Seyðisfjörður.

Nos pusimos en marcha temprano tras un sabroso desayuno en Lilja Guesthouse.  A tan solo unos minutos hacemos la primera parada. Tras un enorme túnel de varios kilómetros hay un mirador subiendo por un sendero a la derecha, desde donde contemplar las montañas de Vesturhorn y la bahía de Hof. La principal característica de estas montañas es que se alzan más de 500 metros desde la misma orilla de la bahía de Hof.



Reserva Natural de Hvalnes


Continuamos el camino, por la N1 o Ring Road. Nuestra siguiente parada fue la reserva natural de Hvalnes, es famosa por la cantidad de aves que se pueden ver cerca de la costa y por las enormes montañas que prácticamente salen de la orilla del mar.


La carretera que bordea la costa es bastante sinuosa, pero tiene muchos recodos para parar. Pudimos parar junto a la carretera en numerosas ocasiones, aunque no sabría decir cual es el sitio más bonito para hacerlo, la quietud del agua que reflejaba las enormes montañas nevadas, los cisnes y patos nadando entre las aguas,... lo verdaderamente bonito es parar a diestro y siniestro y disfrutar de las vistas.






Seguimos hacia los Fiordos del Este, el paisaje se vuelve más y más agreste, la carretera antes de llegar a Djupivogur está repleta de acantilados y playas de arena negra nevadas.


Cada vez que paramos tenemos que abrigarnos al máximo, aquí el viento es tremendamente fuerte y provoca que baje muchísimo la temperatura, por la sensación térmica que provoca. 





Hamasarfoss

Pero el camino hasta Djupivogur nos guarda muchas sorpresas aun... como la de esta catarata que nos encontramos durante el camino, la verdad es que no estamos muy seguros del nombre, creemos que se llama Hamarsafoss, pero por mucho que hemos mirado no podemos asegurarlo. La catarata se ve desde la carretera, pero no puedes acercarte demasiado a la misma pues el caudal de desagüe esta lleno de rocas enormes y es difícil pasar. Se sitúa a unos 15 kilómetros antes de llegar a Djupivogur y en el mes de Abril tiene un buen caudal de agua.


Hamarsafoss



Hots Pot



Y la traca final antes de llegar a los Fiordos del Este, fue encontrar un Hots Pot para nosotros solos. Y es que es algo que habíamos leído en muchas ocasiones de Islandia, la posibilidad de encontrar pozas de agua caliente naturales donde tomar un baño en plena naturaleza. Cuando viajamos a Islandia no teníamos grandes expectativas, pensábamos parar en los baños naturales del lago Myvtan, en la Blue Lagoon pero en el tema de la poza no teníamos grandes expectativas.


Pero he ahí que gracias a MAPS ME, vimos durante el camino una señal con una poza, y total por probar no se perdia nada. Tomamos una desviación por un sendero de tierra, y a unos cinco minutos ya vimos manar vapor de agua de la tierra. Dejamos el coche y comenzamos a andar, hasta llevarnos la sorpresa del viaje. 


Tras un montículo, encontramos un manantial de agua caliente que alimentaba una gran bañera de acera inoxidable. El lugar estaba preparado para el baño, con madera para poderte mover alrededor de la bañera y un lugar donde dejar la ropa. Pero lo mejor sin duda eran las vistas que desde la poza se podían ver. 



Y ni corto ni perezoso, no tardé ni cinco minutos en cambiarme y meterme. El agua quema por el contraste entre los cero grados del exterior y los cuarenta del interior, pero en cuanto te adaptas, disfrutas de los minutos más inolvidables de todo el viaje.


Djúpivogur

Tras más de una hora bordeando la costa, alcanzamos el que llaman el acceso a los Fiordos del Este, el pueblo de Djupivogur, donde paramos para tomarnos un café para quitarnos el frío.



Djúpivogur es un pequeño pueblo costero situado en la península de Búlandsnes, enclavado entre el pintoresco fiordo, Hamarsfjörður y Berufirth en el este de Islandia. La ciudad tiene una población aproximada de 400 personas.






La historia de Djúpivogur está profundamente interrelacionada con el comercio y con la pesca. El pequeño pueblo fue un centro comercial desde 1589, lo que significa más de cuatro siglos de comercio en la región. 

El pueblo es realmente pequeño , una calle principal que desemboca en el puerto, donde están amarrados algunos barcos pesqueros.





Justo antes del puerto encuentras dos edificios de madera restaurados.

Langabúð


El edificio histórico Langabúð, pintado de rojo, es el almacén más antiguo de Djúpivogur, y fue construido en 1790. Ha sido renovado recientemente y ahora sirve como centro cultural de la ciudad. En el interior se encuentra el Heritage Museum, dedicado al pasado comercial de Djúpivogur.





El paisaje alrededor de Djúpivogur se ve eclipsado por Búlandstindur, una montaña de basalto en forma de pirámide que alcanza un máximo de 1069m. La montaña es conocida en toda Islandia por su belleza asombrosa. Según el folclore local, la montaña puede conceder deseos durante el solsticio de verano y es un "centro de energía" para todo el país. 

Sveinsstekksfoss

Dejamos Djúpivogur y comenzamos a recorrer los fiordos del Este, a nuestra derecha vemos el fiordo de Berufjordur, conduciendo entre enormes montañas nevadas y granjas de ganado, donde pastan los famosos caballos islandeses.


Los caballos islandeses son una raza autóctona, algo mas grande que los ponies, su pequeña alzada permiten que sean muy usados para labores agrícolas, para la equitación e incluso como alimento. La ley islandesa prohíbe que cuando un caballo salga del país vuelva a entrar en el mismo, lo hacen como una medida para evitar que puedan traer enfermedades de otros lugares del mundo y puedan afectar a la cabaña equina del país.


Nos desviamos de la N1 para visitar una catarata que nos quedaba cerca, a unos 16 kms de Djupivogur, llamada Sveinsstekksfoss. Para llegar has de girar a la izquierda en la segunda salida y sabrás que es esa salida porque verás una enorme cuesta de graba. Después de un par de curvas muy pronunciadas, encontrarás a la izquierda la cascada. Has de pasar una verja que da acceso al interior. Verás carteles que indican que más adelante hay un camping y que por favor, los turistas no hagan sus necesidades en medio del campo, que usen baños, y es que en Islandia están muy sensibles con este tema, pues hemos visto turistas que no tienen miramientos con el medio ambiente, y al final causan rechazo entre los lugareños.



La cascada tiene unos 15 metros y si bien no es una cascada impresionante, el entorno de piedra basáltica y el hecho de que el río llegue a través de un cañón y caiga de forma estruendosa sobre la laguna, hace que sea un lugar digno de una breve parada.




Folaldafoss


A unos 5 kilómetros de esta catarata encontramos el famoso paso de Oxi. El paso de Oxi es una carretera, denominada 939 que te permite acortar el recorrido hasta Egilstadir. Esta carretera de grava no esta siempre abierta, pues depende de la meteorología. Un gran cartel advierte que conducir por esta vía se hace por tu propia cuenta y riesgo y que en la misma no funciona el servicio de ayuda a la carretera. Nosotros no teníamos intención de tomar el paso de Oxi, pues preferíamos recorrer los fiordos a pesar de que eso significaba más kilómetros y más tiempo, no obstante nos adentramos unos tres kilómetros en el mismo para ver una catarata, Folaldafoss.


Folaldafoss


La catarata no se puede ver desde muy cerca salvo que te decidas a realizar un trayecto por un sendero muy escarpado hasta la base de la misma. Nosotros nos limitamos a verla desde la distancia. Es una catarata con una caída de unos 16 metros de alta, con un pequeño lago que vuelve a caer nuevamente provocando otra pequeña cascada. A mi juicio lo verdaderamente bonito es el entorno, un gran macizo montañoso que se rompe para dar paso a la cascada, y al fondo un profundo valle que llega hasta el fiordo Berufjördur.

Folaldafoss


Fáskrúðsfjörður


Dejamos el paso de Oxi y su cascada y buscamos un sitio para comer... seguimos recorriendo la carretera que bordea el fiordo de Berufjördur hasta llegar al pueblo de Breiðdalsvík. El pueblo tiene poco que ver, no vimos nada de interés y los lugares para comer estaban cerrados o no tenían muy buena pinta, así que continuamos hasta el siguiente pueblo, Fáskrúðsfjörður, donde habíamos leído que había un restaurante donde se comía bien y a un precio aceptable, considerando el nivel de precios de Islandia.


Al final tardamos desde el paso de Oxi hasta Fáskrúðsfjörður más de una hora, y por el camino no dejamos de ver acantilados y montañas imposibles escalonadas por la erosión y cubiertas por el liquen. Pasamos por delante de varias granjas a lo largo del fiordo Fáskrúðsfjörður y entre ellas, perdidas en la nada, nos encontramos con alguna colorida iglesia. Fue una de las cosas que siempre recordamos del viaje, la cantidad de iglesias en medio de la nada que había en Islandia.










Al llegar a Fáskrúðsfjörður nos fuimos directamente a comer al Cafe Sumarlina. El restaurante es como una vuelta al pasado en cuanto a decoración, pero la amabilidad de sus dueños, una señora encantadora que nos enseñó fotos de la familia, de la ciudad, de las auroras boreales..., y la estupenda comida hizo que valiese mucho la pena. Con el frío que hacía ese día, aun recuerdo la crema de champiñones que nos comimos y la enorme hamburguesa. De precio, considerando que estamos en Islandia estuvo bien, comimos por unos 35 duros por persona...


Desde allí y una vez con la barriga llena condujimos dirección a Egilstaddir. Vamos bien de tiempo, pero aun nos quedan muchas cosas que ver hoy, Hengifoss y Seydisfjordur.



El camino se nos hace eterno, se sube mucho sobre el nivel del mar, por lo que se hace ascendiendo continuamente, a lo que hay que añadir que debes cruzar puertos de montaña, con metros de nieve a ambos lados de la calzada. En algunos casos, hay trozos de hielo en la carretera por lo que has de ir con marchas cortas y sin tocar el freno, reduciendo con las marchas. Todo ello hace que el viaje, aunque con paisajes muy llamativos, se hace cansado. Si vas en un 4x4 vas con mas seguridad, delante de nosotros iban chicas unas italianas que llevaban un turismo y que perdieron la tracción un par de veces por la nieve.





Seguíamos viendo caballos por doquier, en zonas con nieve y sin nieve, en montañas y praderas, luego nos enteramos que en Islandia hay un caballo por cada tres habitantes.




Lago lagarfljot: Jónsfoss, Litlanessfoss y Hengifoss


Cuando por fin llegamos a Egilstaddir, evaluamos el tiempo que teníamos y como aun quedaban varias horas de luz, decidimos recorrer el lago Lagarfljot. 



El lago tiene unos 53 kilómetros cuadrados, 25 kms de largo y 2,5 kms de ancho y es famoso por tener en sus alrededores al mayor bosque de Islandia, Hallormsstaðaskógur.

Lago Lagarfljot

Nuestra intención es hacer el sendero que lleva a Hengifoss, al cual llegamos después de una media hora desde Egilstaddir. El sendero a Hengifoss fue uno de los más duros que hicimos en el viaje, no es que el estado fuera malo, pero la subida es constante durante más de 3 kilómetros y con pendiente elevada y con nieve.

Jónfoss

Para llegar al sendero, hay que llegar hasta el final del lago y desde allí hay indicaciones fáciles hasta el sendero. 

Jónsfoss



La primera catarata que vemos se llama Jónsfoss. La catarata está situada a unos pocos cientos de metros río arriba del área de estacionamiento, y se puede ver desde solo unos pocos pasos del sendero principal, cayendo 17 metros en una estrecha caída en picado enmarcada por roca volcánica. La catarata se hunde algo alejada del camino, por lo que aunque se puede obtener una vista mayoritariamente clara, nunca se puede ver realmente bien desde el sendero. Jónsfoss es una catarata no muy llamativa, pero pararse a observarla sirve para coger aire después de casi un kilómetro de subida.





Litlanesfoss

Seguimos subiendo otro medio kilómetro desde la ultima cascada y llegamos a la cascada que más nos gusto de la ruta, se trata de Litlanesfoss. Podría decirse que es la cascada geológicamente mas importante de la zona por la gran cantidad de columnas de basalto esculpidas a su alrededor.


 
Litlanesfoss
Las cataratas caen en dos etapas distintas, rodeada toda ella de un promontorio espectacular de basalto columnar, cae en un primer momento unos 7 metros en un pequeño charco y luego vuelve a caer hasta el fondo en una caída casi vertical de mas de 40 metros hasta un pequeño lago. Como decía, la catarata se encentra flanqueada a ambos lados por las columnas basálticas, este conjunto de columnas se extiende río abajo durante varios cientos de metros. Aunque la catarata de Svartifoss es famosa por las columnas basálticas, en ningún sitio se puede ver tan claramente como en Litlanesfoss.

Recuerdo que la catarata es tan impresionante que paramos un buen rato tanto a la ida como a la vuelta, ensimismados con la belleza y la espectacularidad de la misma.

Litlanesfoss



Hengifoss


Hengifoss
Y a seguir subiendo, ahora la subida es aun peor, ya no se si es por el cansancio que llevamos acumulado o si es que verdaderamente la subida tiene mayor inclinación. Lo que es indudable es que el camino estaba más embarrado, incluso había zonas donde prácticamente era difícil de sortear los trozos de hielo y nieve.


Aunque habíamos leído que era una de las cascadas mas impresionantes de Islandia, creo que dicha afirmación debería estar basada en el camino para alcanzarla más que en la catarata en si. No es que la catarata no sea impresionante, sino que hay otras cascadas que nos dejaron más huella.

Hengifoss
Después de una hora más andando, al fin llegamos a Hengifoss, completamente agotados. En realidad, más bien llegamos a las proximidades de Hengifoss, no hasta la base, pues eso hubiese supuesto al menos media hora más sin seguridad de poder acceder a la misma. La catarata es una de las más altas de Islandia, con una caída de casi 120 metros. Durante nuestra visita, esta impresionante caída no era tan clara porque parte de la catarata estaba helada, así como el lago inferior.  Hay una cara de roca colorida que rodea la cascada que muestra diferentes capas de erupciones volcánicas en el período terciario cuando se formó Islandia.



En este punto nos dimos cuenta de la soledad del lugar, llevábamos casi una hora sin ver a nadie. Es en momentos como éste,  cuando entiendes la inmensidad de Islandia.


Ahora el camino es cuesta abajo, y nos lo tomamos con mucha más tranquilidad, observando cada detalle del paisaje, del cañón del río Hengifossa, de las cataratas, de las praderas y de las vistas del lago Lagarfljot.



Cuando llegamos al coche han pasado ya casi tres horas desde que partimos, se nos planteaba la duda si irnos al hotel o aprovechar la hora y media de luz que quedaba aun e intentar llegar al que dicen es uno de los pueblos más bonitos de Islandia, Seydisfjordur.

Afortunadamente, somos un poco agonías y nos decidimos por la segunda opción, porque a mi juicio es el pueblo más bonito de Islandia sin lugar a dudas.

Seydisfjordur


Tardamos una media hora en volver hasta Egilstadir, y otra media hora en llegar a Seydisfjordur por la carretera 93. La carretera es una buena carretera asfaltada, pero no deja de ser una carretera de montaña completamente nevada, de hecho en algunos tramos había más de un metro de nieve a ambos lados de la calzada.

Conforme comenzamos a subir, paramos junto a la carretera para ver las vistas del Lago desde el paso de montaña.


Vista de Egilstadir y del Lago Lagarfljot





Cuando llegamos a Seydisfjordur empezaba a caer el día, apenas nos quedaría poco más de media hora de luz del día, pero como punto a favor había que decir que no había nadie absolutamente en el pueblo.


Vista panorámica de Seydisfjordur


Farmacia


El pueblo se organiza en torno a un lago central, rodeado de altas montañas. Alrededor de este lago se sitúan innumerables casas de madera de colores que es lo que le confiere su identidad al pueblo, pues en ninguna parte de Islandia se ha conservado una comunidad de edificios antiguos de madera tan bien como aquí. 








Seydisfjordur, como muchas otras poblaciones de Islandia, debe sus orígenes a mercaderes extranjeros, principalmente daneses, que comenzaron a comerciar en el fiordo a mediados del siglo XIX. Pero el factor crucial en la evolución de la ciudad fue el establecimiento de la pesquería de arenque de Islandia por los noruegos en 1870-1900. Los noruegos construyeron varias instalaciones de pesca de arenque, y en cuestión de años la pequeña comunidad se convirtió en una ciudad en pleno auge. 





Hoy en día viven en Seydisfjordur alrededor de 700 personas, pero su economía ha cambiado mucho, ha dejado de estar basada en la pesca, para darle mayor importancia al turismo, el comercio y el transporte de pasajeros, pues es desde donde parten y llegan los barcos del continente al norte de Islandia.







Pero, ¿cuál es la causa de que se hayan conservado aquí estas casas y cómo han llegado hasta aquí?

A principios del siglo XIX, se estaba desarrollando un nuevo método de construcción en Noruega. Los aserraderos comenzaron a producir casas prefabricadas en forma de kit para la exportación. Los empresarios de Seydisfjordur, que tenían sus raíces en Noruega, comenzaron a importar estos espléndidos edificios de excelente calidad, tanto como casas, locales comerciales y edificios públicos. Muchos de estos edificios han sobrevivido hasta nuestros días, dando a Seydisfjordur un ambiente de principios del siglo XX.


 




















Iglesia Azul



Una de las construcciones más llamativas de Seydisfjordur es la llamada Iglesia Azul, aunque la verdad es que es más bien celeste. Históricamente la localización de la Iglesia no fue la actual, estuvo originariamente en una granja, después en una colina sobre otra población cercana, hasta que en 1920 se tomó la decisión de trasladarla al corazón de Seyðisfjörður.






La iglesia se puede visitar en los meses de verano, así que como entenderéis no pudimos visitarla. En lugar de eso paseamos por las solitarias calles, disfrutando de estas hermosas casas y de la caída del sol tras las montañas nevadas.







Seydisfjordur



Gufufoss




Nos marchamos ya casi de noche de Seydisfjordur, pero antes de marcharnos, la última sorpresa, una cascada a la salida del pueblo justo antes de comenzar el ascenso al puerto de montaña, la cascada Gufufoss. 







La cascada de unos 27 metros de altura es visible al margen izquierdo de la carretera. Había un sendero que te llevaba hasta la base de la cascada pero entre que había sobre el mismo medio metro de nieve y que iba a anochecer en pocos minutos, nos contentamos con verla desde el margen de la carretera.

Esa noche dormimos en el Hotel Eyvindará, que a pesar de ser un hotel tenía un ambiente muy familiar, pues tenía un par de salones donde todos los huéspedes se concentraban por la noche para intentar ver las auroras boreales. No tuvimos suerte esa noche, solo hubo unas leves ráfagas grises sobre el cielo, afortunadamente la suerte nos sonrió la noche siguiente.