OPCIONES

martes, 16 de septiembre de 2025

HUE: GUIA DEL PALACIO IMPERIAL

 HUE: GUIA DEL PALACIO IMPERIAL

Llegamos a Huế por la mañana desde Hoi An, en una furgoneta de 9 plazas que reservamos a través de la página Asia2Go. El trayecto fue rápido y cómodo: en apenas hora y media estábamos en nuestro destino. Nos alojamos en el White Lotus Hotel, situado a menos de 10 minutos andando del Palacio Imperial, una ubicación perfecta para recorrer la ciudad a pie. El hotel resultó ser una grata sorpresa, con unas preciosas vistas al río Perfume y la ventaja de que gestionan directamente el alquiler de motos, algo muy útil para visitar las tumbas imperiales y otros puntos de interés. Nada más llegar dejamos el equipaje en recepción —lo guardan aunque todavía no hayas hecho el check-in— y nos fuimos directos hacia el Palacio Imperial de Huế.

Interior del Palacio Imperial de Hue


La ciudad, situada a orillas del río Perfume, fue capital de Vietnam durante varias dinastías imperiales. En el siglo XVIII se convirtió en el centro político de la dinastía Nguyễn, que estableció allí su capital. Para ello se construyó un inmenso Palacio Imperial inspirado en la Ciudad Prohibida de Pekín. A pesar de haber sido intensamente bombardeado durante las guerras coloniales en 1947 y de sufrir graves daños en la ofensiva del Tet de 1968, sigue en pie y ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Huế perdió su importancia política ya en época colonial, y más aún tras la división de Vietnam en el siglo XX, pero hoy se ha transformado en uno de los destinos turísticos más relevantes del país, en gran parte gracias a su cercanía a Da Nang y Hoi An.

PALACIO IMPERIAL DE HUE

Torre de la Bandera

El Palacio Imperial es enorme, así que conviene venir con ropa ligera, calzado cómodo y tiempo suficiente, porque la visita fácilmente puede ocupar medio día. El horario varía según la temporada: abre a las 6:30 en verano y a las 7:00 en invierno. El precio de la entrada es de 200.000 VND (unos 5 €). La Ciudad Imperial está organizada en tres anillos concéntricos: el primero es el más exterior, compuesto por murallas, la torre de la bandera y el foso; el segundo corresponde a la Ciudad Imperial propiamente dicha, con una gran plaza y edificios destinados a ceremonias y recepciones oficiales; y el tercero es la Ciudad Prohibida, que era la zona privada del emperador y su familia, con jardines, teatros y residencias.

Acceso a la zona amurallada




A medida que te acercas desde el río, lo primero que llama la atención es la torre de la bandera, coronada por una gran enseña vietnamita ondeando al viento. El acceso se hace por un puente estrecho que atraviesa la muralla y conduce a una puerta principal; allí mismo se puede ver una pequeña exposición de antiguos cañones que defendían el recinto. Muy probablemente te ocurra lo que a nosotros: los vietnamitas, amables y curiosos, se acercan a pedirte fotos, casi como si fueras un viejo amigo. A pocos metros de los cañones está la taquilla donde se compran las entradas.

Gran Puerta

La visita comienza en la Gran Puerta o Puerta del Mediodía, la entrada principal, reservada únicamente para el emperador y uno de los símbolos de la Ciudad Imperial. Es una construcción monumental de varios niveles con pasajes y una plataforma superior desde donde el emperador presidía ceremonias. En este punto ya empiezan a aparecer turistas asiáticos vestidos con trajes de época imperial, que se pueden alquilar para hacerse fotografías a lo largo del recorrido. 


Tras cruzar el puente de Trung Dao, que atraviesa un lago artificial, llegamos al Palacio Thai Hoa, un imponente edificio que alberga la sala donde tenían lugar las ceremonias más solemnes: coronaciones, proclamaciones y recepciones oficiales. En su interior se conserva el trono imperial, rodeado de altares, lámparas, techos de madera tallada y motivos decorativos cargados de simbolismo. Dragones, flores de loto y soles se repiten una y otra vez, junto a la constante presencia de los números 5 y 9, asociados cosmológicamente al poder y la autoridad.

 Palacio Thai Hoa 

Trono Imperial
En la explanada trasera, donde se encuentran a ambos lados dos edificios ceremoniales, todavía se pueden ver las losas marcadas en el suelo que indicaban el lugar que ocupaba cada mandarín y oficial según su rango. Una pequeña exposición de fotografías antiguas ayuda a imaginar la solemnidad de aquellos rituales imperiales que marcaron la vida política y espiritual de Vietnam durante siglos.



Tras cruzar el patio principal y dejar atrás la solemnidad de los salones ceremoniales, nos adentramos en una de las áreas más íntimas y, al mismo tiempo, más tristes de la Ciudad Imperial: la antigua Ciudad Púrpura. Este era el corazón privado de los emperadores, un lugar inaccesible para la mayoría de los mortales, reservado únicamente a la familia real y a los sirvientes de confianza. Sin embargo, hoy lo que se respira aquí no es la grandeza de antaño, sino el peso de la devastación. Los bombardeos que azotaron Huế durante las guerras dejaron esta zona reducida a ruinas, y de aquel esplendor apenas sobreviven unas exquisitas galerías de madera que pertenecían al Palacio de Cần Thành, la residencia del emperador.

Acceso a la Ciudad Púrpura

Hall de los Mandarines

 

Estas galerías, conocidas como las de los mandarines, se han convertido en un pequeño refugio de memoria. Al recorrer sus pasillos de madera oscura, adornados con delicados detalles arquitectónicos, encontramos una exposición de fotografías antiguas que muestran a los emperadores Nguyễn y a su familia real. Las imágenes nos transportan a un tiempo en que el protocolo y los rituales eran el centro de la vida palaciega, y uno no puede evitar detenerse a contemplarlas con cierta nostalgia, imaginando aquellas ceremonias solemnes en un escenario que hoy está marcado por la ausencia. Además, el lugar resulta especialmente fotogénico: la luz que se filtra entre las galerías crea un ambiente sereno, casi poético, que contrasta con la historia de destrucción que se esconde tras sus muros.

En este mismo sector se alzaban antiguamente los edificios más personales de la corte imperial. Aquí estaba el Palacio de Cần Thành, donde residía el emperador; Khôn Thái, la residencia de la reina; Minh Quang, que acogía a los príncipes; Trinh Minh, donde vivían las concubinas; Duong Tam, un retiro pensado para la soledad del emperador, y la gran cocina imperial, conocida como Thượng Thiện, que abastecía con manjares las ceremonias y banquetes de la corte. Resulta sobrecogedor pensar que estos espacios, que un día bullían de vida y actividad, hoy se encuentran desaparecidos, víctimas de la guerra.

Restos del Palacio de Can Than



Sin embargo, no todo es pérdida. El gobierno vietnamita ha emprendido un ambicioso proyecto de restauración que busca devolver parte de su esplendor a la Ciudad Púrpura. Quizá nunca podamos verla tal como fue en sus mejores tiempos, pero existe la esperanza de que, poco a poco, se vayan recuperando rincones que nos permitan entender con mayor claridad cómo era la vida tras los muros de este recinto prohibido. Caminar por estas ruinas es un ejercicio de imaginación: es cerrar los ojos y tratar de escuchar los pasos del emperador, los murmullos de las concubinas, el bullicio de los sirvientes y el eco de ceremonias que marcaron la historia de Vietnam.

Después de dejar atrás esta zona, que inevitablemente nos deja un mal sabor de boca al pensar en todo lo que se ha perdido con el paso del tiempo y la guerra, nos acercamos al Palacio de Kiến Trung, un edificio que sorprende de inmediato por su diferencia con el resto de construcciones de la Ciudadela Imperial. Y no es de extrañar, pues se trata de uno de los palacios más recientes del conjunto, levantado entre 1921 y 1923 durante el reinado del emperador Khải Định. Su estilo arquitectónico refleja la transición de una época: combina elementos de la tradición vietnamita con claras influencias europeas, especialmente francesas e italianas, lo que simboliza tanto la huella del periodo colonial como los intentos de la dinastía Nguyễn por modernizarse en los albores del siglo XX. 

Palacio de Kiến Trung

La importancia histórica de este edificio, a pesar de su relativa juventud en comparación con otros palacios del complejo, es indiscutible. Fue aquí, en agosto de 1945, donde el último emperador de Vietnam, Bảo Đại, firmó su abdicación, marcando el final de la monarquía y abriendo una nueva etapa en la historia del país. Apenas dos años después, en 1947, el palacio fue víctima de la violencia de la guerra de independencia de Indochina: las bombas y los disparos lo redujeron casi por completo, dejando en pie solo los cimientos. 

Durante más de siete décadas sus restos permanecieron como testigos mudos de aquel pasado convulso, hasta que en 2019 comenzó un ambicioso proyecto de restauración basado en documentos históricos, fotografías de época y el uso de materiales tradicionales como la cerámica y el vidrio. Gracias a ello, hoy el Palacio de Kiến Trung se alza de nuevo con la dignidad de un monumento recuperado, recordándonos no solo el ocaso de la monarquía vietnamita, sino también la capacidad del patrimonio para renacer de sus propias ruinas.



Puerta de entrada al recinto de Cung Trường Sanh

Con la visita al Palacio de Kiến Trung alcanzamos el límite norte de la Ciudad Prohibida. Desde allí nos adentramos en los jardines y seguimos un sendero que nos llevó hacia el noroeste, pasando por varias puertas monumentales que comunican distintas partes de la ciudad prohibida, hasta encontrarnos con el Palacio Cung Trường Sanh, conocido también como el Palacio de la Longevidad. 

Se trata de un recinto amplio y apacible, donde un gran lago abraza a un edificio principal situado en una isla central. Este conjunto estaba destinado antiguamente a servir como lugar de recreo y retiro para las reinas madres y las emperatrices viudas de la dinastía Nguyễn. Los emperadores buscaban con ello ensalzar las dignidades femeninas de la monarquía, otorgándoles un espacio propio dentro de la Ciudad Prohibida, rodeado de naturaleza, estanques, puentes y jardines floridos, y concediéndoles autonomía para celebrar eventos y ceremonias propias.

Cung Trường Sanh

El complejo se articula en varias secciones: el salón central Ngũ Đại Đồng Đường (“Sala de los Cinco que conviven juntos”), el salón Thọ Khang Điện (“Palacio de la Salud Longeva”) y la Văn Phúc Lâu, además de otros espacios auxiliares entre los que se incluyen pequeños templos dedicados a dioses y ancestros. En la zona posterior del palacio encontraréis una replica de un  palanquín que servía de transporte dentro del palacio y que han habilitado para hacerse fotos. No dejéis de visitar los pequeños altares de los patios traseros, dedicados a Dioses y ancestros, que te trasladan a un ambiente ancestral.

En conclusión, el Palacio de la Longevidad en un rincón especial dentro del recinto imperial, un lugar en el que la naturaleza y la arquitectura se funden para transmitir serenidad y, al mismo tiempo, reflejar el papel simbólico y cultural de las mujeres en la corte Nguyễn.


Cung Trường Sanh



Palacio Diên Thọ

Un poco más adelante nos encontramos con otro de los grandes recintos de la Ciudad Prohibida: el Palacio Diên Thọ, conocido como el Palacio de las Reinas Madres de la dinastía Nguyễn. Su nombre puede traducirse como “Palacio de la Longevidad Extensa”, una denominación cargada de simbolismo que refleja la veneración hacia las figuras maternas de los emperadores, a quienes se deseaba una vida eterna. No hay que olvidar que las reinas madres ejercían una notable influencia política sobre las decisiones del monarca, de modo que su estatus dentro de la corte era elevadísimo.

Al igual que el Palacio de la Longevidad, este complejo tenía vida propia: contaba con ceremonias, rituales y actos litúrgicos propios, lo que subraya la autonomía e importancia de la institución de la reina madre en la estructura imperial.

El palacio fue construido en 1804 por el emperador Gia Long, fundador de la dinastía Nguyễn, y presenta un estilo sobrio dentro de la tradición arquitectónica vietnamita, con tejados de tejas amarillas —color reservado a la realeza—, columnas de madera tallada y decoraciones en porcelana esmaltada, que aportan un refinado aire ceremonial.

El conjunto se organiza en seis espacios diferenciados. En la zona central se encuentra el Diên Thọ Chính Điện, la sala principal donde la reina madre recibía a sus visitantes. A la derecha se halla el Phước Thọ Am, un pequeño edificio con altares dedicados a los dioses; en la parte trasera se sitúa el Điện Thọ Ninh, reservado a las habitaciones privadas de la reina madre; y a la izquierda se levanta el Pabellón Trường Du, un pabellón de recreo con vistas a un lago. Frente al salón principal destacan otros dos edificios: el Tịnh Minh Lâu, una elegante torre de dos plantas utilizada para el descanso y la contemplación, y el Nhà Tả Trà, o Casa del Té, que completa el conjunto con un espacio destinado a la hospitalidad y la convivencia.



Restos del Palacio Phung Tiên

Al dejar atrás el Palacio de la Reina Madre nos topamos con una gran explanada en la que apenas se distinguen los restos de unos cimientos. Es lo que queda del Palacio Phung Tiên, destruido durante la guerra y del que hoy solo sobreviven parte de sus bases, algunas puertas y los fragmentos de murallas que lo rodeaban. Según pudimos leer, no está prevista su restauración, ya que el nivel de destrucción fue demasiado alto, aunque sí se han instalado visores y pantallas que permiten recrear cómo era el palacio en su época de esplendor.

Templo Thế Tổ Miếu

Como aquí había poco que ver, continuamos avanzando y atravesamos varias puertas monumentales que comunican una zona palaciega con otra. Tras unos metros llegamos al Templo Thế Tổ Miếu, cuyo nombre puede traducirse como “Templo del Antepasado Imperial”. Se trata de uno de los lugares más solemnes y cargados de simbolismo de toda la Ciudadela Imperial, tanto que en su interior está prohibido tomar fotografías. Y no es para menos: allí se encuentran los altares dedicados a todos los emperadores de la dinastía Nguyễn.

El templo fue mandado construir en 1821 por el emperador Minh Mạng, hijo y sucesor de Gia Long, con la finalidad de rendir culto a su padre, fundador de la dinastía, y a todos los soberanos que le sucedieran. El edificio es imponente: un gran rectángulo con tejados de tejas amarillas, color reservado exclusivamente a la realeza en Vietnam, sostenido por columnas de madera lacada en rojo con detalles en oro y porcelana esmaltada que reflejan el refinamiento de la arquitectura imperial. El interior está dividido en amplias salas alineadas, donde se conservan los altares ancestrales de diez emperadores Nguyễn, representados mediante tabletas, retratos e incluso fotografías ceremoniales que transmiten la solemnidad de este espacio de memoria dinástica.






La experiencia de entrar en el Thế Tổ Miếu es muy especial. El ambiente es sereno, casi sobrecogedor, y la ausencia de cámaras obliga a contemplar con calma cada detalle, a detenerse en todos y cada uno de los altares. Se palpa que es un lugar de profundo respeto, donde el tiempo parece detenerse y donde uno puede imaginar la magnitud de las ceremonias ancestrales que aquí se celebraban. Es, par mi gusto, uno de los espacios más impresionantes y espirituales de todo el complejo imperial, y una visita que invita a la reflexionar como un país comunista, puede seguir venerando y respetando a figuras que representan  todo lo contrario a sus ideales sociales.

Justo enfrente del Templo Thế Tổ Miếu se alza el Pabellón Hiển Lâm, acompañado por las Nueve Urnas Dinásticas que se encuentran justo delante. Juntos forman uno de los conjuntos más icónicos de la Ciudadela Imperial.

Pabellón Hiển Lâm



El pabellón fue construido al mismo tiempo que el templo, por orden del emperador Minh Mạng en 1821. Se trata de una torre de madera de tres pisos que alcanza casi 17 metros de altura, lo que la convierte en el edificio más alto de todo el complejo. Lo de ser la más alta no es casualidad, y es que Minh Mạng decretó que ninguna otra construcción de la Ciudad Prohibida podía superar al Hiển Lâm Các. El nombre del edificio significa “Pabellón de la Fama Ilustre” y refleja su función como monumento conmemorativo a los méritos de la dinastía y de los altos mandarines que sirvieron al imperio.

Delante del pabellón se encuentran las Nueve Urnas Dinásticas (Cửu Đỉnh), fundidas en bronce entre 1835 y 1837 durante el mismo reinado. Cada urna está dedicada a un emperador de la dinastía Nguyễn y está decorada con relieves que representan paisajes, ríos, montañas, animales y símbolos del reino.

En Hiển Lâm  se rendía homenaje a los antepasados, se recordaban los logros imperiales y se reforzaba la autoridad del soberano siguiendo la tradición confuciana del culto ancestral. 

Con este pabellón pusimos fin a nuestro recorrido por la Ciudadela. Nos quedaron pendientes el Pabellón Real de Lectura y el Teatro Real, que se encuentran a la altura de los restos del Palacio Thon Khai, pero después de más de cuatro horas de visita bajo un sol implacable, la energía ya no acompañaba. Decidimos entonces poner rumbo a la salida, esta vez atravesando la Puerta Chương Đức, situada en el lado oeste del recinto. Fue una buena elección: en esta zona apenas había turistas y eso nos permitió observar con calma la magnitud de las murallas, imaginando lo que debió de ser este lugar en su época de esplendor.

Como conclusión, diría que la visita a la Ciudad Imperial de Huế no es simplemente recomendable, es imprescindible. No solo por la riqueza cultural y arquitectónica que encierra, sino porque recorrer sus palacios, templos y pabellones es una manera única de comprender parte de la historia de Vietnam, un país con un pasado largo y complejo, profundamente marcado por el simbolismo y la tradición. La Ciudadela es, en definitiva, una ventana abierta al alma imperial de Vietnam, y salir de allí deja la sensación de haber viajado en el tiempo.

Puerta Chương Đức



































No hay comentarios:

Publicar un comentario