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martes, 19 de agosto de 2025

GUIA COMPLETA DEL SANTUARIO DE MY SON

 GUIA COMPLETA DEL SANTUARIO DE MY SON


Santuario de My Son. Templo Principal (B1)

La tarde de nuestro segundo día en Hoi An decidimos escapar un poco del bullicio de la ciudad y adentrarnos en la historia del antiguo reino Champa. Habíamos reservado una excursión al Santuario de Mỹ Sơn, a unos 45 minutos de distancia. La contratamos en una agencia local y, como en casi todo en Vietnam, regatear fue parte de la experiencia. Al final conseguimos un buen precio: unos 10 € por persona que incluían el transporte en bus, la entrada, un guía que nos acompañó durante la visita, un bánh mì con bebida para reponer fuerzas y el regreso en barcaza por el río Thu Bồn, de vuelta a Hoi An.

El tour dura unas cuatro horas en total: dos se van entre el camino de ida y vuelta, y otras dos se disfrutan recorriendo con calma las ruinas. Salimos alrededor de las tres de la tarde y a las cuatro ya estábamos allí. Visitar el santuario a esa hora resultó ser todo un acierto. El sol ya no pegaba con tanta fuerza y el calor era mucho más llevadero. Además, poco a poco los grupos grandes de turistas comenzaban a marcharse, y tuvimos la suerte de caminar por el recinto casi en soledad. Si viajas en febrero o marzo, como nosotros, no olvides llevar ropa ligera y calzado cómodo: incluso en esa época el calor se deja sentir con fuerza.

A menudo llamado el “pequeño Angkor Wat”, Mỹ Sơn fue el corazón espiritual y político del Reino Champa entre los siglos IV y XIII. Los cham, un pueblo de origen malayo, se establecieron en la costa central de Vietnam y crearon un reino profundamente influenciado por la India. Adoptaron primero el hinduismo y más tarde el budismo, y aquí, en este santuario rodeado de colinas y vegetación, situaron su centro religioso. Fueron navegantes y comerciantes extraordinarios, y gracias a su contacto frecuente con India, China y el sudeste asiático, su arte se convirtió en una fascinante mezcla de estilos indios, jemeres y locales. Aunque con el tiempo fueron absorbidos por los vietnamitas en el siglo XV, su cultura sigue viva: todavía hoy existen comunidades cham en Vietnam y Camboya que practican rituales tradicionales heredados de hace más de mil años.


El santuario, dedicado principalmente al dios Shiva, fue fundado alrededor del año 380 d.C. por el rey Bhadravarman I. La ubicación no era casual: el valle del río Thu Bồn no solo era un lugar de fácil defensa, rodeado de montañas, sino también un espacio cargado de simbolismo espiritual. Durante siglos, Mỹ Sơn fue el centro religioso más importante de los cham, y aunque gran parte de sus templos quedaron dañados con el tiempo y por la guerra, hoy muchas de sus estructuras han sido restauradas. No es casualidad que haya sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

La visita comienza en la entrada principal, donde hay que sacar los tickets, aunque en nuestro caso ya venían incluidos. Desde allí, unos pequeños minibuses eléctricos te llevan en un corto trayecto de cinco minutos hasta el corazón del yacimiento. El camino, rodeado de árboles y pequeños riachuelos, sirve como introducción perfecta: poco a poco te vas alejando del presente y acercando a un pasado místico. Cuando finalmente llegas y te encuentras rodeado de torres de ladrillo cubiertas de musgo, con el eco de la selva de fondo y casi sin turistas alrededor, sientes que el tiempo se detiene.


Mapa del Yacimiento Arquelógico de My son

El emplazamiento arqueológico de Mỹ Sơn está organizado en distintos grupos monumentales identificados con letras (A, B, C, D, E, F, G, H y L). Cada guía suele elegir un recorrido diferente; en nuestro caso, una simpática chica vietnamita, estudiante de económicas, nos llevó primero a descubrir la zona B–C–D, donde se encuentran las ruinas mejor conservadas, para después continuar hacia el grupo A y finalmente acercarnos al grupo G. Los grupos E y F, muy interesantes porque aún se pueden ver restos de los bombardeos sufridos durante la guerra, estaban cerrados por restauración en el momento de nuestra visita.

Antes de empezar el recorrido arqueológico, lo primero que se hace nada más llegar es asistir a un espectáculo de unos 20 minutos que recrea las antiguas danzas de la cultura Champa

Son representaciones llenas de color, música y trajes tradicionales, algunas de ellas, hay que decirlo, bastante curiosas y hasta extravagantes. Tras este aperitivo cultural, comenzamos nuestra visita a las ruinas.

La primera parada es la zona B–C–D. Al situarnos frente a ella, queda claro su distribución: a la derecha el Grupo B, a la izquierda el Grupo C y justo detrás de ambos el Grupo D.

Zona B

Es el núcleo ceremonial más importante de todo el santuario. Aquí se encontraba el templo principal, dedicado al dios Shiva, la deidad protectora de la dinastía Champa. Aunque gran parte del complejo fue destruido durante la guerra de Vietnam, todavía pueden apreciarse las torres de ladrillo rojizo decoradas con relieves que representan a las apsaras, ninfas celestiales del hinduismo. En la base del templo aún se distinguen los altares de sacrificios y los lingams, símbolos fálicos asociados a Shiva. Además, en esta zona se conservan otros tantos edificios, como la Gopura, la puerta torre que daba acceso al recinto, una torre auxiliar que servía de altar secundario, la Kosagrha o Torre de Fuego, que era donde se guardaban los objetos rituales y el Edificio ritual del agua, que contenía un recipiente en forma de bañera de piedra, destinado a los rituales de purificación con agua sagrada.


                                                                                         Appsara

Pero… ¿por qué se construyó de esta manera? ¿Por qué estas formas tan específicas?

La zona del santuario fue concebida siguiendo un alineamiento sagrado, en el que los edificios se disponían a lo largo de un eje que simbolizaba el equilibrio entre el cielo, la tierra y la humanidad. Todo el conjunto no era solo un espacio de culto, sino una representación del universo hinduista.

En el centro se alzaba el templo principal, que simbolizaba el mítico Monte Meru, eje del cosmos y morada de los dioses en la tradición india. A sus lados, torres secundarias reforzaban esta visión cósmica, mientras que otros elementos arquitectónicos evocaban las fuerzas del fuego y del agua, imprescindibles para sostener la vida y mantener el orden cósmico.



Zona C

Situada justo al lado de la B, está formada por un conjunto de templos más pequeños, aunque con la misma disposición que el anterior, un templo central y varios templos accesorios a su alrededor, con los eimpre presentes elementos del agua y el fuego. Esta zona transmite un ambiente más recogido e íntimo. Aquí todavía se conservan varias torres con sus formas originales y con decoración en ladrillo de gran detalle.




Templo Principal (C1)






Zona D 

Está situada justo detrás de los templos principales, esta área se caracteriza por torres de menor tamaño y en estado más deteriorado. Sin embargo, algunas aún permiten acceder a su interior, lo que brinda la oportunidad única de apreciar de cerca la técnica constructiva cham: ladrillos encajados con una precisión sorprendente, sin huellas de mortero visible, como si se sostuvieran únicamente por la destreza de sus constructores.

La proximidad de la Zona D al llamado “Gran Templo” y a los santuarios principales revela su estrecha relación con los rituales más solemnes de la comunidad, especialmente aquellos vinculados a la muerte, la purificación y el tránsito al más allá. Aquí se realizaban ceremonias con ofrendas y ritos de cremación, destinados a liberar y purificar el alma. No es casual que en este sector se hayan hallado restos de altares de cremación, cenizas y símbolos relacionados con la regeneración espiritual, testigos silenciosos de la profunda dimensión ritual que impregnaba este lugar.





Zona A 

Tras recorrer las zonas B, C y D, continuamos nuestro camino durante unos cinco minutos hasta llegar a otra de las áreas más significativas del santuario: la zona arqueológica A. En este sector se alzaba el gran Santuario, considerado en su época el más importante de todo el complejo. Desgraciadamente, el templo fue prácticamente destruido durante los bombardeos de la guerra de Vietnam, de modo que hoy solo se conservan fragmentos de su base y algunos relieves que permiten imaginar su antigua grandeza.

Al igual que en otras partes de Mỹ Sơn, este santuario principal estaba acompañado por torres menores que cumplían funciones complementarias: espacios destinados a las ofrendas, depósitos para objetos rituales o pequeños santuarios secundarios donde se continuaba el culto.

Entre los vestigios que aún se pueden contemplar aquí destacan las esculturas y una estela epigráfica Cham. Estas estelas eran piedras talladas con inscripciones conmemorativas en sánscrito, lengua litúrgica del hinduismo, o en cham antiguo. En ellas se registraban donaciones a los templos, rituales religiosos, genealogías reales o victorias militares, y solían colocarse en lugares prominentes, como junto a los altares o en las entradas principales. Son auténticos testigos de la vida política, espiritual y cultural de la civilización Cham.


Estela epigráfica

Zona G 

Tras dejar a un lado la zona A, llegamos a una zona bastante pequeña, pero que conserva uno de los santuarios mejor conservados. En esta zona, completamente rodeada de selva, con riachuelos que lo bordean, podemos observar un gran santuario de ladrillo dedicado a Shiva, en el que puedes entrar y contemplar su interior. 




Y con esta última visita abandonamos el complejo por una senda que se adentra en la selva que lo rodea. Todavía encontramos algunos restos de torres y templos, aunque muy deteriorados. La guerra de Vietnam dejó una marca profunda en My Son: su proximidad a la ruta Ho Chi Minh, un punto estratégico utilizado por el Viet Cong, provocó que las fuerzas estadounidenses lanzaran ataques aéreos para destruir posibles bases o refugios.

Como consecuencia, muchas de las torres y templos de ladrillo fueron destruidos parcial o totalmente. Algunas colapsaron por la fuerza de las explosiones, mientras que otras sufrieron daños irreversibles en sus relieves y esculturas. Para ilustrarlo, incluyo una foto de una de las torres, mostrando su estado antes y después de los bombardeos.

A pesar de todo, My Son aún conserva una belleza impresionante. Cada rincón del sitio está lleno de simbolismo e historia, lo que lo convierte en una parada imprescindible para cualquiera que viaje a Vietnam y quiera sumergirse en la riqueza cultural de la civilización Champa.


















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